Por Natalia Gómez – Diagnóstika Online
Hay una delgada línea entre asumir responsabilidad y cargarse con lo que no corresponde. Y muchas veces, por historia personal, mandatos sociales o patrones relacionales, esa línea se desdibuja.
Creemos que “hacernos cargo” implica resolver lo que les pasa a los demás, anticiparnos a sus necesidades, sostener lo que no está funcionando o incluso silenciar lo que sentimos para no incomodar.
Pero no es lo mismo responsabilidad que carga.
Responsabilidad es responder por lo propio: nuestras palabras, nuestras acciones, nuestras decisiones y sus efectos.
Cargarse con todo es otra cosa: es absorber lo ajeno, postergarse en nombre del deber, e instalarse en una autoexigencia que agota.
¿Dónde aprendimos que si no lo hacemos nosotros, nadie lo hará?
Tal vez en la infancia, cuando fuimos empujados a crecer rápido.
O en relaciones donde estar disponibles todo el tiempo era sinónimo de amor.
O en el trabajo, cuando sentirnos útiles se volvió indispensable para sostener la autoestima.
Cualquiera sea el origen, el resultado es el mismo: malestar, frustración, sensación de no alcanzar nunca. Y a veces, síntomas físicos o emocionales que dicen lo que no pudimos poner en palabras.
Hacerse cargo sí. Cargarse con todo, no.
La clave está en poder diferenciar.
En reconocer hasta dónde somos responsables y desde dónde empezamos a hacer de más.
Y también en darnos permiso para dejar que el otro se ocupe de lo que le corresponde.
Pedir ayuda no es debilidad.
No llegar a todo no es fracaso.
Estar disponible para uno mismo también es amor.
Una pregunta útil para empezar:
¿Esto que estoy haciendo ahora, es mi parte… o estoy asumiendo la parte de otro?
Si la respuesta te incomoda, no es motivo de culpa. Es una oportunidad de cambio.
No se trata de volverse indiferente, sino de cuidar tu salud emocional para estar presente con más integridad.
Diagnóstika Online
Psicología para pensar(se) con criterio y humanidad
www.diagnostikaonline.com/blog