Podría comenzar diciendo “hoy en día…”, pero la verdad es que nada de lo que voy a plantear es nuevo. La búsqueda de un motivo para avanzar, para seguir, para darle sentido a nuestros pasos, no es una cuestión moderna. Es tan antigua como la humanidad misma.
Cada mañana, sin falta, abrimos los ojos y nos enfrentamos a un nuevo día. Nos levantamos, damos los primeros pasos, y seguimos adelante. Sabemos de dónde venimos, conocemos nuestra historia, pero ¿realmente sabemos hacia dónde vamos?
Algunos días, si tenemos suerte, lucidez o simplemente un golpe de inspiración, nos encontramos con algo que nos mueve. Algo que nos despierta de la inercia y nos empuja a dar cada paso con convicción. Hemos encontrado nuestra zanahoria: esa meta, ese sueño, ese deseo que nos energiza y nos impulsa.
Pero, ¿por qué decimos “la zanahoria”? Esta expresión proviene de la imagen clásica de un burro al que se le coloca una zanahoria atada a un palo delante de él, de modo que sigue avanzando en un intento constante por alcanzarla. Simboliza la motivación que nos empuja hacia adelante, muchas veces sin llegar a tocarla del todo, pero con la promesa de que está ahí, al alcance de nuestros esfuerzos.
La motivación es efímera. A veces nos dura unas horas, otras veces días o meses. Y luego, sin previo aviso, se disuelve. Nos encontramos nuevamente caminando sin rumbo, arrastrando los pies, sintiendo el peso de la rutina. Convertidos en autómatas, sobrevivimos los días esperando el próximo destello de propósito. Nos volvemos parte de esa masa de personas que sólo reaccionan cuando la vida les sacude con alguna crisis.
Pero, ¿y si no dependiéramos del azar para encontrar nuestra zanahoria? ¿Y si en lugar de esperar a que la motivación nos golpee, la cultiváramos a diario?
El problema no es la falta de motivación, sino la creencia de que debe aparecer de forma espontánea, como un regalo del destino. Pero la verdad es que podemos crear nuestra propia zanahoria. Podemos diseñar nuestros días de manera que haya siempre algo por lo que valga la pena avanzar. Un objetivo, un pequeño desafío, una razón personal que nos mantenga en movimiento, sin necesidad de esperar milagros.
Tal vez la pregunta no sea “¿cuál es mi zanahoria?” sino “¿cómo puedo construirla cada día?”. La respuesta está en nosotros mismos, en las pequeñas decisiones que tomamos y en la capacidad de encontrar sentido, incluso en los actos más simples.
Así que hoy te invito a reflexionar: ¿qué es lo que realmente te mueve? ¿Qué podes hacer para mantener encendida esa chispa sin depender del azar? La motivación no es un golpe de suerte, es una elección diaria. Y tu zanahoria, esa que te hará avanzar con intención, está esperando a ser creada por vos