Correr es un mantra corporal que nos puede llevar a un estado meditativo

Meditación para no corredores

Tanto los docentes que acompañaron mi formación académica de grado como los autores de los materiales bibliográficos que debí recorrer para obtener el título de licenciada en psicología insistían en dos principios: el “no todo” y que “todo es relativo”. Podrán suponer entonces que no es mi estilo preferido el uso de etiquetas y casillas como herramientas.

Si bien desde hace más de siete años dedico parte de mi tiempo a correr, ser “corredora” no es una identidad en la que me sienta representada. Entre una y dos veces por semana, invierto alrededor de 90 minutos en correr y sus rituales necesarios, he participado en algunos trail en bardas, adquirido unas cuantas remeras de dichos eventos y obtenido varias medallas, incluso alguna que otra de campeón. A pesar de todo eso, no soy corredora.

Aplicando la frase “no juzgues a un libro por su portada”, puedo advertirles que lo que verían si me viesen correr no es a una corredora, sino más bien a una meditadora.

Luego de cada carrera, algunos entrenadores mencionaban que, con el entrenamiento adecuado (que claramente nunca recibí), podría destacarme aún más, dejando implícito que eso implicaba mejorar mi desempeño en competencia. Más allá de que sabían que era reacia a entrenamientos estructurados, nunca encontraba las palabras para explicarles que yo no compito con nadie ni conmigo misma. Nunca busqué mejorar mis tiempos, ni mi atuendo, ni mis accesorios. Solía decir que corría “por salud mental”, pero no lograba hacerme entender. Hasta ahora.

Como psicóloga, recomiendo al menos 30 minutos de actividad física diaria para evaluar si realmente es necesario iniciar terapia psicológica (artículo que en un futuro cercano verán en este blog). A estas alturas de la sociedad, sabemos sobre la liberación de endorfinas, serotonina y dopamina, y los efectos que tienen en el cuerpo y las emociones. Sin embargo, nada de lo que se mencionaba en documentales, artículos académicos ni entrevistas a atletas colmaba mis expectativas o explicaba lo que me pasaba cada vez que salía a correr. Pisaba el camino con saltitos rítmicos, avanzaba rápido hacia ningún lugar y volvía al mismo sitio donde comencé, pero con la cabeza en otro planeta.

Sabía que lo que me pasaba era bueno, pero no sabía si era excepcional. Gracias a un ambicioso plan de investigación (es decir, leer mientras tomaba café), descubrí que esos pasos rítmicos en armonía con la respiración permitían alcanzar un estado llamado “estado de flujo”. Este estado fue descrito por Mihály Csíkszentmihályi (sí, lo copié y pegué y no está en mis planes mencionarlo en voz alta), quien lo denominó “flow” (flujo en inglés). Se trata de una atención plena en la actividad en cuestión, dejando fuera cualquier estímulo interno o externo.

La atención plena puede lograrse en cualquier actividad, ya sea física o mental. En el mindfulness, por ejemplo, se alcanza repitiendo un mantra hasta lograr concentración absoluta. En mi caso, el ritmo de mis pasos y mi respiración funcionan como un mantra corporal, induciéndome en un estado meditativo. Imaginen mi alegría cuando me di cuenta de que llevaba años meditando en las calles de varias ciudades, naciones y continentes, mientras fallaba rotundamente en hacerlo los domingos a las 6:30 a. m. en mi cómoda y silenciosa cama.

Al entrar en meditación mientras corría, no solo mejoraban mis hábitos alimenticios y mi deseo de cuidar mi cuerpo, sino que también salía con un problema y volvía con la solución. Un día enfrenté un dilema que parecía irresoluble. No me tomó más de 24 kilómetros (equivalentes a 2:11:09 horas corriendo) resolverlo. Eso sí, pueden contar las tres siestas que me dormí después mientras intentaba ver Los Vengadores en el cine (cuya duración superó mi tiempo corriendo).

Lo más sorprendente es cómo un problema que parece inmovilizarte mental y emocionalmente se puede resolver simplemente moviendo el cuerpo. Sin violencia, sin infringir ningún código penal ni civil (lo que me deja socialmente invicta y jurídicamente impune).

Hoy sé que el ritmo como mantra corporal me genera un estado meditativo, liberándome de tensiones, miedos y pensamientos intrusivos. La activación de ondas theta en el cerebro propicia la meditación y la creatividad. Y aunque muchas de mis ideas brillantes murieron a los minutos de finalizar la rutina, esta vez decidí que no me volvería a pasar.

En mis tiempos libres, cuando la maternidad y mi rol profesional me lo permiten, mi actividad favorita es leer. Suelo sumergirme en pensamiento crítico, estoicismo, inteligencia financiera y física cuántica. En muchas ocasiones, mis pasos han logrado que fluya mi mente, entrelazando la psicología con esos otros temas que tanto me apasionan. Y así, sin violar ningún código (ni el de ética), encontré una salida triunfante.

Mi intención es aprovechar cada salida para reflexionar sobre estos temas y compartirlos en este blog. Así que, si me ven correr, sepan que no es una corredora lo que están viendo. Es una meditadora en estado de elaboración del siguiente artículo de este blog.

Inspirado en 15,68 kilómetros de meditación.

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